La Escultura del Gobernador
El artista argentino Jorge Rodolfo «Roppo» Marsch, realizó una escultura del último gobernador fidelista de Chiloé, don Antonio de Quintanilla y Santiago (1787-1863).
La iniciativa nació entre el escultor y el escritor chileno Angelo Guiñez Jarpa, autor del libro La Fé en los Caudillos (1740-1982), con capítulos dedicados a varios personajes históricos de Chile, entre ellos, uno de los capítulos fue dedicado a la figura del gobernador Quintanilla. En este contexto, ambos se pusieron de acuerdo para realizar pequeñas esculturas para escritorio de los personajes históricos abordados en el libro.
A propósito de los 200 años de la batalla de Mocopulli, surgió la necesidad de una escultura más grande que sirviese para ornamentar el espacio público de la isla de Chiloé, que recuerda al gobernador con particular cariño, y que tuviera una mayor fidelidad histórica que la placa del obelisco de Ancud. Así, nació esta nueva obra de Roppo Marsch, de 1,25 mts,

Las organizaciones que apoyaron
Iniciada esta obra, rápidamente contó con el apoyo de diversas organizaciones hispanistas en Chile y fuera de Chile. En nuestro país, nuestra Corporación Centro Indiano se decidió inmediatamente a realizar un aporte económico para la realización de la escultura. Además participaron la Sociedad Chilena de Hispanistas e Hispanismo Chile; y fuera de Chile ha recibido el apoyo de la Comunidad Hispanista de Patricio Lons y TLV1, ambas trasandinas.
El apoyo recibido desde Argentina también ha sido muy importánte, irguiéndose este proyecto como un verdader proyecto binacional.
En este sentido, varios interesados han comenzado los contactos y gestiones con distintas autoridades de Chiloé a fin de concretar esta iniciativa.

¿Quién fue Antonio Quintanilla?
Don Antonio nació en Pánames, provincia de Santander, el año 1778 . Desde pequeño demostró gran cultura y conocimiento. Con 14 años de edad, pasó a la ciudad de Concepción de Chile a solicitud de su primo Juan de la Maza Quintanilla cuya mujer había recibido como herencia algunos negocios que no sabían administrar. Antonio se aplicó a este trabajo que realizó gratuitamente por tratarse de un negocio familiar. Tras adquirir experiencia incursionó por cuenta propia en el comercio adquiriendo una posición económica algo más holgada y avecindándose en Concepción.
En esta ciudad se encontraba al estallar la revolución, siendo contactado en abril de 1813 por el Obispo Navarro Villodres y el General Antonio Pareja para enlistarse en el ejército. Quintanilla no se veía como militar, por lo que resistió al principio, sin embargo, le convencieron con la condición de servir dos meses. Pero, como destaca Campos Harriet en su libro Los defensores del Rey, el destino tiene sorpresas increíbles: “Aquel pacífico comerciante que fue enrolado de mala gana, con la condición de servir dos meses, en una profesión que le era desconocida, iba a servir en Chile durante 13 años a la causa del Rey, o sea, hasta enero de 1826, y ser uno de los más benévolos e intrépidos capitanes, el último de los gobernadores reales de Sudamérica, el más noble y digno defensor de la bandera de España”, “Quintanilla por su valor y su intrepidez, por su resistencia inagotable, se impuso a la admiración de españoles y chilenos”.
En el combate de San Carlos, sufriría una herida que lo marcaría físicamente de por vida, inutilizando la parte izquierda de su rostro, así como su ojo y oído izquierdos. Estando aún convaleciente de aquella herida y, a poco más de un mes de haberse incorporado al ejército, perdería todos sus bienes secuestrados por los revolucionarios.
El 20 de marzo de 1817, fue nombrado Gobernador Político y Militar de Chiloé por el Virrey Pezuela en atención a su talento y experiencia que garantizaban que podría tomar las más acertadas decisiones, incluso sin apoyo externo. Explica Campos Harriet que la situación en que Quintanilla encontró la isla era desastrosa, despoblada por las múltiples levas, poblada de viudas y huérfanos, con escaso y viejo armamento, defendida por milicias mal preparadas y con su Tesorería agotada. Siendo casi imposible la defensa, el anterior gobernador, Ignacio Justis, había mandado construir una goleta en la que escapar en caso necesario. Emulando a Cortés, Quintanilla, apenas se hizo del cargo la mandó quemar asegurando a los habitantes “que moriría con ellos antes que abandonarlos”, lo que le valió el aprecio de todos los chiloenses.
Su gestión dio nueva vitalidad al archipiélago; abrió el comercio, logrando algunos ingresos por pago de derechos, con lo cual pudo pagar a los milicianos, quienes muy luego ya estarían en condiciones de salir a apoyar al resto del ejército real; fue pionero en la trasparencia pública, mandando publicar los ingresos y egresos de la provincia y distribuyendo lo que había en igualdad para todos. Aprovechando los recursos de la isla formó una pequeña escuadrilla de lanchas cañoneras para la defensa y posteriormente armó 2 buques que tuvieron una destacada actuación naval. Dice Campos Harriet: “Quintanilla captó las esencias fundamentales del carácter de los isleños y en base a ellas armaría un plan de su gobierno, encuadrando en la justa medida cada una de sus piezas que habrían de constituir su pequeño estado, que por espacio de largos 9 años habría de enfrentar solo el final de la guerra de la Independencia”. De este modo, se fue ganando más y más el aprecio de los chiloenses, que guardaban una gran fidelidad al Rey.
También supo ganarse a los indígenas, destacando las atenciones que daba a los caciques, como lo acreditaron don Ignacio Marileu y don Pasqual Antinao, logrando que múltiples indígenas se sumaran a su causa.
La primera defensa de la isla que Quintanilla lideró, fue contra el extranjero Lord Cochrane en 1820, quien luego de haber tomado Valdivia pensó que Chiloé sería presa segura, sin embargo, Quintanilla logró resguardar el archipiélago con las cortas fuerzas que tenía, las que se encontraban bien entrenadas y armadas gracias a su infatigable trabajo, lo que le acreditaría ante sus gobernados.
Posteriormente, una primera expedición comandada por Ramón Freire fue exitosamente repelida por Quintanilla en los llanos de Mocopulli, a pesar de la superioridad de las fuerzas revolucionarias, lo que demuestra la adhesión de los chiloenses a su Rey.
Luego de la batalla de Ayacucho, sentida en Chiloé como un desastre, Chile se aprestó a invadir las islas por segunda vez. En esta ocasión las fuerzas invasoras doblaban a las sitiadas. Entendiendo Quintanilla que resistir era casi imposible. Dice Campos Harriet que “convocado a un plebiscito a todos los habitante de la provincia, exponiendo las dos disyuntivas que quedaban para seguir(,) por aplastante mayoría había sido aprobada la defensa hasta el final y solo quedaba ahora encarar la situación en su etapa decisiva”. Empezada la invasión, los días 13 y 14 de enero se desarrollaron las batallas de Bellavista y Pudeto, a las puertas mismas de San Carlos de Ancud pero, no obstante la formidable defensa, el 18 de enero los sitiadores lograban la rendición del castillo de San Miguel de Agui, y el 19 se producía la rendición honrosa en el Tratado de Tantauco.
Dice don Fernando Guarda, historiador del período: “Eran las últimas banderas de España que caían hidalgamente en América del Sur, cerrando con brillo inigualado un largo ciclo de 3 siglos de rica tradición”.
Valores que encarna don Antonio Quintanilla.
Don Antonio Quintanilla supo encarnar el valor de la constancia y el trabajo infatigable ante la adversidad. Su liderazgo logró que el archipiélago de Chiloé pasara de su situación de pobreza a una mejor que le permitió hacer fuerza aún a ataques extranjeros. Dice Campos Harriet: “En Chiloé, Quintanilla semeja un soldado de los tiempos antiguos. No se decide a arriar, en el extremo Sur del mundo, el estandarte real”.
Se trató de un hombre verdaderamente adelantado a su tiempo, instaurando la transparencia en la gestión de los recursos y distribuyéndolos con equidad, incorporando a los indígenas a su gestión, consultando a sus gobernados en las decisiones cruciales como la lucha o la rendición, pero también pensando en ellos al capitular una rendición honrosa, para no ver la sangre derramada inútilmente.
Durante el gobierno de don Antonio, Chiloé gozó de una autonomía que no volvería a tener en los siglos venideros. Quizás por eso, su gobierno es recordado hasta el día de hoy incluso entre los más jóvenes .
Asimismo, el motivo de su acción y de su vida fue la fidelidad. Fidelidad al Rey y a la Patria, entregándose desde 1813 a una vida de servicio público llevada adelante con gran valor. Esta fidelidad no es la adhesión de un cipayo a una causa vil, sino la de un servidos a la causa del bien común y del adelanto de la patria.
Su acción estuvo animada también por la convicción que formábamos una sola patria, una patria grande, por cuya unidad había que velar en el momento difícil. Esta unidad no se limita únicamente a Chile con España, sino a todos los pueblos hispanos. Esta unidad que ya no es la unidad política de la monarquía que Quintanilla defendió, es hoy la unidad espiritual de la patria grande, y hoy resulta necesaria rescatar del olvido.
Quintanilla supo comprender los valores y anhelos del pueblo que gobernó, conforme a sus ideales. Ciertamente, en Quintanilla podemos encontrar el ejemplo de gobernante que debemos seguir.

No se trata del primer monumento a Quintanilla en el territorio.
En el centenario del Tratado de Tantauco, el Gobierno de Chile hizo levantar un monumento consistente en un obelisco de 3,5 m de altura con 3 gradas en su base. Dicho monumento luce 3 medallones de bronce, uno de ellos del Brigadier Antonio Quintanilla y Santiago, que mira hacia el oriente. Dice Campos Harriet: “Mirando hacia las altas montañas por donde nace el Sol, la efigie del último de los gobernadores españoles contempla a través de los obstáculos de la naturaleza y de los hombres, del tiempo y del olvido, las dos tierras que él quiso ver siempre unidas, como en el pecho de la madre el hijo dormido, sin pensar que hay gestos de una magnificencia suprema, que sólo perduran en el desarrollo de la vida un momento”